Muchas opiniones sobre los mercados familiares: Debemos transformar cómo producimos y apoyamos productos locales

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Esta columna fue parte de la fiambrerita del 11 de febrero de 2024.


Todo está caro—fue lo que me dijo una tía al llegar de un mercado familiar en Juana Díaz. Estos se llevan a cabo periódicamente en distintos pueblos pretenden ser un punto de venta accesible para el agro local y para que las personas participantes del Programa de Asistencia Nutricional puedan usar una partida de dinero obligada para los mercados familiares. “¿Han ido a los mercados familiares de Agricultura recientemente? ¿Cómo ha sido la experiencia?”—preguntó la periodista Valeria Collazo Cañizares en Facebook. (Y qué bueno que lo hizo necesitamos más periodismo enfocado en cuestiones agrícolas y pesqueras). Esas preguntas de ella generaron casi mil comentarios. Y yo como científico social en sistemas agroalimentarios no pude aguantar la tentación de leer esa diversidad de opiniones.

Muchos de los comentarios iban por la línea del de mi tía: los costos. Producir comida aquí no es tarea fácil. Y muchas veces vemos que productos importados son más baratos que los locales. Debemos entender que esos precios no necesariamente los dictan agricultores, pues está la cuestión de distribuidores y revendedores. Más muchos de esos productos importados se producen con altos subsidios gubernamentales. La competencia, muchas veces, es difícil y desleal. “Si el Mercado Familiar, tiene como propósito subsidiar el producto local, el primer criterio debería ser no permitir reventas en estos Mercados. Es posible hacer cooperativas de productores para mantener el volumen en las mesas sin recurrir a una práctica que por años ha empobrecido a las familias productoras”, escribió una agricultora. Ni podemos atribuir los costos de productos agrícola a un solo factor. No es así de simple.

Otra línea de comentarios era sobre que la gente no se debe quejar, que ese dinero es regalado. O sea, la línea esta de que coger el PAN no está bien, de que la gente no trabaja, etc. “Les dan hasta café, miel, yogur, queso y más y gratis porque no trabajan para ese dinero y aún no son agradecidos ni con Dios ni con los agricultores”, escribió una persona. Si usted cualifica para el PAN, cualificó. Y si se lo dan, es su derecho recibirlo y usarlo. Claro, mucha gente decía que era mejor poner esos chavos obligados para mercados familiares en el pote general, pero la realidad es que eso es una partida de fondos destinados a usarse en ese tipo de mercado. No están dentro de la subvención del PAN. No obstante, sí es importante evaluar los criterios para los precios que se ven en esos mercados.

Por último, estaba la línea de comentarios sobre quiénes venden en los mercados familiares. Y esto puede estar relacionado a lo primero, sobre los costos y las reventas. Hay que ver cómo un agricultor tiene acceso a vender en un mercado familiar. Una amiga que estudia distintas dimensiones de la resiliencia agrícola me contó que, de sus entrevistas, cuando se tocaba el tema de los mercados familiares, tenía agricultores que le contaban lo beneficioso que era para ellos poder vender en esos mercados. Mientras, otros le contaban lo difícil que era accederlos y que allí no necesariamente todo era producto local. No olvidemos que estos mercados son apoyados (y entiendo que organizados) por el Departamento de Agricultura. Por lo que no se pueden obviar cuestiones de poder. Usualmente, agricultores con mayor capacidad administrativa y productiva acceden mayores mercados.

Entre una cosa y la otra, muchos comentarios parecían haber salido de la baqueta. Los costos de los productos agrícolas locales y las dinámicas relacionadas al acceso a mercados son complejos y dependen de muchos factores que van más allá de lo que una agricultora pueda hacer. Si algo es necesario, es que se expandan y mejoren espacios como los mercados familiares. Que se hagan más accesibles y equitativos para el agro y las personas. Debemos aspirar a reducir la cadena de suministro y generar nuevos espacios que permitan que agricultores locales vendan sus productos a precios justos para ellos y que todas las personas en Puerto Rico podamos comprarlos.

¿Han tenido la oportunidad de comprarle directamente a un agricultor recientemente? ¿Cómo ha sido la experiencia?


Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

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