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Una «oda» para la ensalada 🥬

Hoy escribo en defensa de las ensaladas y de los vegetales 🤓 También comparto 5 noticias y los nombres de quiénes ganaron el sorteo anunciado recientemente. Gracias por tu apoyo y por tu lectura.


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La semana pasada anuncié el sorteo de un print de Alberto Santiago entre quienes aportan al pote de La Fiambrera, suscribiéndose a La Mestura. ¡Ese se lo ganó Zorimar Rivera! 🥳 También saqué de la tómbola 5 nombres para sortear unos paquetitos de chucherías entre todas las personas que reciben su fiambrerita semanal: Diana Santiago Pérez, María Juncos, Brook B, Teresa Peña Jordán, marit1984 🥳🥳 ¡Felicidades! Hice los sorteos en wheelofnames.com.

Voy a escribirles un email pidiéndole sus direcciones para hacer los envíos.

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Ahora sí, te dejo la columna de esta semana:


Una “oda” para la ensalada

Era una tarde cualquiera. Martes, quizás; a lo mejor eran las cinco y pico. Estaba esmayao y sin tantas ganas de cocinar. No había pollo descongelado o algo ya hecho. Mi pasado Yo no quiso hacer meal prep esa semana. Luego de estar un tiempito contemplando la vida y tratando de convencerme de no comer fuera, prendí la estufa.

Eché como una cucharada de aceite de oliva extra virgen cuando la sartén estaba caliente. Luego tiré las habas de lata que había enjuagado y secado en lo que calentaba la hornilla. Las dejé quietas unos minutos. Cuando se redujo el ruido, las meneé y noté el cambio de color; me gusta que algunas tengan algo de quemadito. Eché otro chin de aceite y condimenté con sal, pimienta, orégano, pimentón dulce y ahumado, comino y ajo. Las volví a saltear por un ratito, las eché en un plato y las dejé quietas pa’ que se enfriaran un chin. Luego, al cabo de unos minutos, las tiré en una cama de hojas que había en la nevera. Creo que era de arúgula; una que le había comprado a una amiga. Eso me hubiese satisfecho, pero ese día logré motivarme bastante.

Mientras se cocinaban en aquel primer paso, había picado cebolla lila que dejé reposando en vinagre tinto con poquita sal. También corté un tomate medio moribundo al que también lo dejé un ratito marinándose, pero con aceite, vinagre, sal y pimienta. Quedaba un cantito de queso que también eché. Se me pasó decir que antes de echar las habas, hice un aderezo con aceite de oliva y limón del país—lo clásico es tres partes aceite y una parte del ácido. En un potecito eché ambos, junto con sal, pimienta, un chin de miel, ajo y un poquito de mostaza a punto de expirar para que “emulsificara”.

Esa es mi ensalada de siempre. Lo que haya, encima de lo que haya. A veces es solo tomate y cebolla. En otras ocasiones es solo lechuga verde esperanza del país. Pasa también que uno se siente con más tiempo o tiene más vegetales y hace algo distinto, como rodajas de repollo horneado.

Una ensalada puede ser cualquier cosa. ¿Plátano maduro con cebollines, jengibre, habichuelas y cilantro? Claro, lo importante es que esté bien condimentado, que esté sabroso. Aquella ensalada que me hice tenía las calorías y nutrientes necesarios para ser por sí sola una comida. Esa idea de que la ensalada es solo complemento es como una falta de respeto a la naturaleza.

Una vez le hice una ensalada similar a un sobrino que se describe orgullosamente como carnívoro. Me preguntó por la carne cuando le serví el plato. “Esto es lo que hay, mijo”. Se la comió y se sintió lleno y satisfecho. A cada rato me pregunta que cuándo le voy a hacer otra. ¿Y si le hubiese dado una pechuga de pollo echa en el microondas? Así pelá, con sal quizás. Carnes, vegetales, lo que sea, si no se cocinan bien, si no se condimentan, si no se bañan en sabor, no va a gustar.

¿Será por eso que la ensalada no tiene un sitial en nuestros menús? En este país nuestro, la lechuga semitransparente y el tomate importado que no quiere ser tomate se han vuelto casi un plato típico. Un acompañante que es básicamente una decoración en restaurantes de todo tipo.

Hace poco, entrevistaban a muchacho que empezó un carretón: “¿Por qué BBQ?”, le preguntaron. “Porque los vegetales son un nicho. Este país es carnívoro”, algo así dijo. Me gustaría que veamos a los vegetales con otros ojos, que los comamos más. No es dejar de comer carne, es comer más vegetales o platos que sean heavy en plantas. (No me voy a ir por un roto escribiendo de la obsesión que tenemos con las proteínas o con ideas erróneas de que una dieta alta en verduras no provee los nutrientes necesarios. Eso lo podemos dejar para después. No pienso que el issue sea una cuestión de “educación”).

Me acuerdo cuando hicimos una investigación que en parte era para entender por qué estudiantes de intermedia no comían en el comedor—que en ese tiempo fue cuando se servía el arroz integral del país—y encontramos que no iban porque “la comida no sabía buena”. Y ellos tenían clarito, clarito lo que era comer saludable y nutritivo. Pero si no sabe bueno, ¿pa’ qué entonces?

Recordemos que no solo se come por necesidad biológica, se come por placer y por otros aspectos. Oye, y yo estoy claro de cómo elementos estructurales—económicos, sociales, políticos y culturales—inciden en nuestra injerencia sobre los alimentos que cocinamos y en los cuales podemos encontrar y comprar. También reconozco los cambios históricos que han transformado nuestra dieta. El punto aquí es, en un Puerto Rico donde se pierde casi un tercio de la comida, donde no consumimos las viandas y vegetales que se producen aquí, donde transitamos por calles con un montón de frutas pudriéndose, ¿cómo sería la cosa si consumiéramos más vegetales de manera sabrosa? Yo le echo mi ensalada a cualquiera.

Días después de aquel martes fui a un cumpleaños y todavía tengo en la mente los destellos del verde que resaltaba en esa montaña blanca de platos de foam en el zafacón. Yo me la comí por no botarla. No había ni aderezo de pote para acompañarla. Cada bocado era un montón de textura que no me decía nada. ¿Qué hubiera hecho esa gente si la ensalada servida en ese cumpleaños hubiese sido la que yo me hice aquel martes?



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📰 Algunas noticias publicadas recientemente:

  • Se lanzó Agrorecursos, “una plataforma diseñada para reconectar y fortalecer el sistema alimentario de Puerto Rico. Compartimos información clave — como guías de precios, directorios de contactos y oportunidades de financiamiento — para que nuestros agricultores y productores puedan crecer con más herramientas, datos y conexiones”. Accede la plataforma aquí.

  • Gobierno anuncia $63.1 millones en incentivos para la agricultura local. “El paquete incluye aumentos en subsidios para fertilizantes y ganado, nuevos programas para porcicultura y gallinas ponedoras, y fondos dirigidos a la industria lechera y el café”. Reportó El Nuevo Día.

  • La Estación Experimental Agrícola: legado científico en Puerto Rico y las Américas. “Fundada para impulsar la caña de azúcar hace más de un siglo, hoy resguarda un caudal científico vital para Puerto Rico y la región”. Reportó Cindy Burgos Alvarado en Platea PR.

  • Adjuntas tiene su propia marca de café. “Café Gigante, elaborado por la Hacienda Tres Ángeles, se comercializa a través de una empresa municipal”. Reportó Sandra Torres Guzmán en El Nuevo Día.

  • Gobierno impulsa iniciativas para elevar la producción agrícola “El gobierno apuesta a incentivos y nuevas estrategias para superar el histórico 15% de alimentos producidos localmente”. Reportó Carlos Aponte Inostroza en El Vocero.



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