Segunda: Sentado en una nubecita blanca pensando sobre el manejo de desperdicios orgánicos

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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 9 de marzo de 2025.

Esta la segunda de cuatro historias desde un supermercado cualquiera.


Carrito de compras dibujado por Mario Juan Arete para La comida como cultura: Diálogos de sobremesa 2024

Era uno de esos días en que iba esmandao, de story en story, en Instagram. A veces pasa que me quedo pegado, en automático. Un story en particular capturó mi atención y me hizo detenerme y regresar a él. Era un jengibre cubierto por una nubecita blanca. Este estaba innecesariamente dentro de esas bandejitas de foam que tanto detesto. Mi amiga lo retrató, subió la foto y tagueó al supermercado. “¿Ustedes verifican sus productos?”, algo así puso. Los otros stories que seguían en su perfil no eran fotos, sino videos: de vegetales y frutas, empacados y sueltos, llenos de hongos. Y esto me hizo recordar todas las veces que he notado eso en distintos supermercados.

Me recuerdo en una ocasión, yendo de góndola en góndola, tranquilo, escuchando el merengazo, cogiendo cositas: tomates, cebollas, cilantrillo y de pronto llego al próximo y kank: motitas de “algodón”. Y si solo hay una y las otras se ven bien, usualmente opto por no coger el alimento. Si algo aprendí en el laboratorio de microbiología de alimentos avanzada es que no tiene que haber una nubecita blanca para que adentro del producto haya toda una red de micelios. Entonces, lo más adecuado es no comerlo. Supongo que esos productos que vi en aquella góndola terminarán en el vertedero, pues aquí el compostaje a gran escala no es una práctica común.

Me encontré con esa amistad unas semanas después y le recordé de su story. Me comentó que se sintió mal, luego de haber compartido eso. “Mano, es que es algo constante”, me dijo con enojo. Le pregunté si del supermercado le comentaron y me dijo que no. Aquel día fue un jengibre, pero me ha dicho que lo ha visto en una diversidad de productos, en hortalizas particularmente, pues naturalmente son más susceptibles y perecederas. Así como ella y yo decidimos no comprar productos así (por obvias razones), debe haber mucha gente igual. Entonces, ¿cuánta comida se pierde semanalmente en un supermercado? ¿Qué se hace con ella? ¿Tendrán acuerdos o programas que ayuden a compostar o desviar esos alimentos para hacer otros productos o usarlos para alimentar animales? ¿Cómo comparan la descomposición de un jengibre de Barranquitas a uno traído de la China como aquel supermercado que frecuenta mi amiga? ─Mi sobrinito sabe la contestación a esa última pregunta.

Y claro, no todo lo “feo” o que se ve “dañado” es incomible. La fecha de expiración no está escrita en piedra y tampoco está basada solamente en cuestiones de inocuidad. Además, pasa mucho que productos que no cumplen con estándares estéticos no se compran o se pierden. Un agricultor del sur me comentó una vez que dejó de sembrar guineos porque la gente de su barrio quería solo los amarillos y el tenía de la variedad que son como amarillo-verdecitos, que son bien dulces. E incluso en nuestras casas, ¿qué hacemos si vemos un tomate todo blandito? ¿hacemos una salsa o lo tiramos al zafacón? Yo me emociono cuando veo guineos casi podridos porque entonces puedo hacer un súper bizcocho. Aprender a transformar nuestros alimentos puede ayudarnos a reducir desperdicios orgánicos en el hogar. Y esa práctica de evitar que la comida llegue al vertedero tiene que traducirse también a otros lugares, como a los supermercados.

No conozco si hay estudios sobre manejo de desperdicios orgánicos en supermercados en Puerto Rico o el Caribe. Tampoco sé si hay estudios recientes sobre manejo de desperdicios en el hogar. En casa de güela, el arroz y casi todo lo que sobra se les da a las gallinas o se composta. Pero no todo el mundo tiene patios o vive en un lugar con animales de granja que les ayude a manejar desperdicios orgánicos. Por lo que necesitamos serias políticas públicas y programas que lo faciliten.

A mí eso no se me pasó por la cabeza hasta que colaboré en estudios de esa índole en Vermont, donde la mayoría de la gente “siente una obligación moral para con la reducción de la comida en los vertederos” y en donde se han establecido programas efectivos. Francia también tiene programas nacionales de manejo de desperdicios en supermercados y recuerdo cuando nos dieron una charla en Cuba sobre su programa nacional de composta. Sería interesante conocer sobre esas dinámicas de manejo de desperdicios en el hogar y en negocios en Puerto Rico, pues nos ayudaría a implementar políticas y programas adecuados, atemperados a nuestro contexto social y ambiental. ¿Cómo se vería un programa así aquí? ¿Qué necesitamos? Estas preguntas se ensanchan en mi cabeza cada vez que noto algún alimento cubierto de hongo en un supermercado.


¿Y tú, tienes historias de supermercados? Lee la primera historia aquí, la tercera acá y la última aquí.


Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

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