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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 3 de marzo de 2024.
Esta reseña fue publicada en el 2018.
¿Cuándo fue la primera vez que te diste un palo de pitorro? Estoy 100% seguro que fue en alguna fiesta de Navidad. Esa bebida puertorriqueña es esencial para nuestras fiestas y mucho más para nuestra identidad nacional. Recuerdo cuando mi tía me contaba cómo su abuelo, quien confeccionaba la bebida y la fermentaba en cocos enterrados, le daba un vasito pa’ probar cuando joven. ¿Cómo un producto que se bebe, que es ilegal producir y vender, es parte de lo puertorriqueño? ¿Cómo a través de un producto se puede contar una parte de la historia? Y más curioso aún, ¿qué hace que una bebida, en este caso el Pitorro, sea auténtica? Luis Trelles (San Juan, 1977), periodista, contador de historias y cineasta, contesta estas y otras preguntas en su crónica Metiendo caña (Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2016).
Lo que comenzó como una curiosidad del autor―luego de una experiencia en mezcalerías en México―y una serie de publicaciones en la revista 80 grados, terminó por formar parte de las crónicas de la serie Literatura Hoy del Instituto de Cultura Puertorriqueña, editada por el poeta Ángel Antonio Ruiz Laboy. Este libro, mas que una crónica acerca de su experiencia con elaboradores de pitorro, es un mapa que nos lleva a descubrir cómo el hacer y beber pitorro está entrelazado con eso que somos. Y a entender por qué “(…) es una bebida nacional cuya única patria es la Navidad”.
Trelles se vale de la historia, o más bien del cuento, de la narrativa, que cargan consigo las personas que componen su crónica, para llevar a cabo su búsqueda de nuestro elixir boricua. Pues de esa manera, el autor deja ver en las líneas de su libro lo que en la teoría social se conoce como el ‘encarnamiento del conocimiento’, esa sabiduría que trae consigo cada persona, abstraída de su entorno y experiencias.
El también colaborador de Radio Ambulante, se sumerge (a modo de autoetonografía, podríamos decir) para perseguir su curiosidad. El libro de bolsillo, de unas 80 páginas, se divide en seis partes. En (1) El primer trancazo y (2) Agua bendita, Trelles esboza lo que será su camino en Mentiendo caña y nos brinda datos históricos que nos integran al marco presentado. Conocemos a Don J y Oquendo, alambiqueros distintos, con los cuales recorremos el proceso de la confección del pitorro, mas la interrelación entre la ilegalidad de hacerlo y su autenticidad. Además, incursionamos en las experiencias del autor “catando” pitorros. Algo que debemos admirar de Trelles, entre otras cosas, es la valentía de probar cuanto pitorro se le ofreció. Mas adelante, en el (6) Epílogo, comenta de su amistad con los antiácidos (72). Por mi parte, me hago eco de las palabras de alguien que asiste a una fiesta en casa de Oquendo: “Yo quiero tener un hígado como este vaso, de styrofoam, para poder seguir bebiendo y jodiendo siempre” (31). Pues yo también soy amigo de los antiácidos.

En las secciones subsecuentes, (3) La resaca y (4) Marca registrada, Trelles continúa introduciendo protagonistas y se enfoca en cómo definimos la autenticidad del pitorro y en aquella visión reciente de industrializar la bebida. Un tema que se repite a través de los alambiqueros es su afinidad en confeccionar la bebida de manera clandestina. Quien lea el libro podrá notar cómo el sentimiento de pertenencia o de “esquivar” el gobierno, de parte de los elaboradores, es una manera de resistencia hacia el sistema. “(…) Si vienen por lo mío, que me cojan haciendo ron, como patriota que soy. Como nacionalista” (33) -dijo uno de los protagonistas. El autor logra un buen balance cuando trae la perspectiva de oficiales del gobierno, más como narrador se mantiene alejado de emitir opiniones parciales. Esto logra que Metiendo caña se lea como ver un documental.
Para culminar, en (5) Un vasito de pitorro, Trelles asiste a una gran fiesta que esconde un buen festival de pitorro. En esa sección, el autor nos invita a mirar cómo el pitorro es un elemento esencial durante las fiestas, en momentos en donde logramos ser un colectivo que se mira a sí como un Uno. Nos invita a reflexionar acerca de nuestras prácticas en Navidad y de cómo, luego de febrero, regresaremos a las bebidas industriales de siempre, al igual que a nuestro estado de negación, “como siempre ha pasado con nuestro espíritu nacional” (71).

Leer Metiendo caña es como darse un buen palo de pitorro: da ganas de más. Trelles nos pone una botella de pitorro en frente para que a través de ella analicemos nuestra relación con las palabras “identidad”, “nacional” y “autenticidad”. También, desarrolla un punto de partida para que tengamos una conversación acerca de nuestra relación con eso que comemos y bebemos, y que sentimos nos identifica. ¿Cuál es el propósito de un alambiquero al confeccionar su pitorro? ¿Por qué debemos apoyar un pitorro legal e industrial? ¿Cómo nuestra historia con Estados Unidos se interrelaciona con el hacer pitorro? Estas y otras preguntas también se contestan en Mentiendo caña. No puedo concluir sin mencionar que este modo de escribir y estudiar nuestra cultura culinaria muestra el camino para investigar otras bebidas. Así que a leerlo y: ¡pa’ arriba, pa’ abajo, pa’l cento y pa’ dentro!
Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí.Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.
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