Tercera: Pensar en la disponibilidad de productos locales en nuestros supermercados, mientras paseo por las góndolas

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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 16 de marzo de 2025.

Esta la tercera de cuatro historias desde un supermercado cualquiera.


Carrito de compras dibujado por Mario Juan Arete para La comida como cultura: Diálogos de sobremesa 2024

Ir al supermercado es una de mis actividades favoritas. Soy de los que va entre góndola y góndola, como si no tuviese cosas que hacer, viendo los productos, leyendo etiquetas y mirando de dónde viene cada cosa. Usualmente, empiezo por la sección de frutas y vegetales, pero ese día fue la última que visité. Vi una montaña de aguacates y con mucha emoción me acerqué. “Aguacates de la República Dominicana”, decía la etiqueta. Y así había otras que gritaban algo que sé: que gran parte de las frutas y vegetales en Puerto Rico vienen de Centroamérica o de nuestra vecina República Dominicana.

Recuerdo un estudio exploratorio que buscaba conocer cuántos productos en el supermercado son puertorriqueños. Encontraron que la mayoría de esos son bebidas y productos procesados—como galletas, jugos, dulces—confeccionados en Puerto Rico (Hechos en Puerto Rico), pero que quizás son desarrollados con materia prima importada. Aunque las cadenas locales y otros supermercados y colmados tienen mayor cantidad de productos hechos aquí, en comparación con multinacionales, muchas de las hortalizas, frutas y viandas “frescas” no son del país.

El cuestionario que trabajamos con 405 agricultores, luego del huracán María, había preguntas relacionadas sobre los lugares en donde venden sus productos. “¿Qué medio(s) utiliza para vender sus productos? Marque todos los que apliquen:”, decía el ítem. El 21% mencionó que los venden a supermercados y el 34% a través de distribuidores. La mayoría, el 61%, vendía sus productos de manera independiente, a través de mercados agrícolas, ventas directas, negocios propios, entre otros mecanismos que no involucraban al supermercado convencional1.

Es harto conocido que los productores locales, particularmente aquellas personas que trabajan fincas de pequeña o mediana escala, tienen dificultad en acceder mercados convencionales. Los supermercados prefieren importar o hacen retante y oneroso el que puedan venderle sus productos. O prefieren importar por razones de costos, demanda y disponibilidad local. Aunque el supermercado que describí en la primera historia es una mar de foam, gran cantidad de las frutas y vegetales son locales, de la región sur.

Una vez estuve en una actividad donde estaba quién trabajaba la compra-venta de productos locales de esa cadena. Allí una agricultora le expuso las dificultades que enfrenta para venderle a supermercados y preguntó por qué no modifican los procesos, tomando en cuenta las limitaciones de quienes no trabajan fincas grandes con obreros y personal agrícola administrativo. Y es que ella tiene razón, en muchas instancias la persona agricultora es administradora, distribuidora, contable, obrera, constructora, entre otros roles que consumen tiempo y recursos.

Yo creí que la persona diría algo relacionado a precios, a que es más barato comprar de afuera (y esto es algo cierto, una yautía producida en Centroamérica es más barata que una de Puerto Rico; pues allá se les paga una miseria a la gente, y hay otros factores más, claro). Pero dijo una palabra que no me esperaba: “consistencia, necesitamos consistencia en la producción”, dijo.

Consistencia, dijo. Lo consistente sería bregar con las temporadas que tenemos y entender que la finca no es una fábrica con una atmósfera controlada. No estoy de acuerdo con decir que los supermercados son un mal, pues han aumentado la accesibilidad a alimentos y son convenientes. Más, sabemos que es más probable conseguir productos del país en cadenas domésticas. (Tampoco soy antiimportaciones). No es que todo les caiga encima a los supermercados, pues está también en cada persona decidir (y poder) comprar lo de aquí. Pero, puedo entender por qué muchos productores del país ven a los supermercados con desdén.

¿Cómo sería si estos lugares promovieran productos del país y gestionaran maneras para apoyar a reducir costos de producción? ¿Cómo sería “ir al supermercado” si tuviésemos (o validáramos) la injerencia que tenemos sobre nuestro sistema agroalimentario? Recordemos, además, que el supermercado como espacio refleja las dinámicas que rigen nuestro sistema agroalimentario. En lo que conseguimos respuestas a esas y otras preguntas, cuando se puedea, conviene escoger productos del país en el supermercado e ir también a otros lugares cuando se quieren comprar productos de aquí.


¿Y tú, tienes historias de supermercados? Lee la primera historia aquí, la segunda acá y la última aquí.


Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

  1. Los por cientos aquí compartidos no controlan por otras menciones. Por ejemplo, en ese 61% por ciento pueden haber personas que hayan marcado otras. El punto es que el medio predilecto es hacerlo de manera independiente, obviando distribuidores y supermercados.

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