Al final, somos islas

4 minutos

leer


Este es el ensayo semanal de mi newsletter, La fiambrera. Suscríbete aquí
Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 24 de marzo de 2024.


Me impresiona lo grande que son los cruceros. Cuando guío por el puerto hacia La Puntilla buscando un parking barato, no puedo evitar mirarlos. Lo que no me impresiona es cuando la gente que se monta dice que va a ir a ver a “las islitas”. No me impresiona, pero me molesta. Ese diminutivo parece reflejar cierto desdeño o minimización de esas islas y de la gente que las habita; gente que es Caribeña como quienes habitamos estas islas de Puerto Rico.

Estuve por primera vez en Santa Cruz esta semana. Me quedé en Frederiksted. Gran parte de su paisaje es subtropical seco, como el del sur de Puerto Rico, donde vivo.  Me sentí en casa. Y más que de repente la gente me hablaba español o spanglish. La cercanía con Vieques y la Isla Grande ha propiciado intercambios y migraciones: como lo hicieron los primeros habitantes de nuestra región. Que si mi mamá es de Culebra o me casé con alguien de Vieques, que nací en Fajardo, pero me mudé para acá cuando jovena trabajar. Escuché muchas historias, mientras caminaba por el pueblo el día que estuve libre—fui a colaborar en un adiestramiento. Subí unas cuántas fotos y en una me preguntaron: ¿en cuál islita estás?

No creo que haya malicia detrás de esa pregunta o de llamar a las Antillas Menores “islitas”. Parece costumbre ya. Pero, cómo nombramos nuestro entorno, las palabras que usamos, aunque no lo percibamos, tienen su efecto e importancia. Lo que no se nombra no existe, dicen. Es como cuando decimos la “Isla de Puerto Rico”. En cierta medida, invisibilizamos a Vieques y a Culebra. Somos un archipiélago.

En un escrito del 2016, Manuel Silva Casanova criticó describirnos como “archipiélago” como “la última arrogancia del Patriotismo Light”. Sin bien es cierto que a veces hay mucho discurso y poca práctica—decimos X en vez de Y porque percibo que eso me hace correcto o para caer bien, un gesto superficial o alguna acción que raya en lo clasista o absurdo—en esta ocasión no creo que sea así. Es triste ver anuncios en la televisión de eventos o marcas locales y el mapa que incluyen es el de la Isla Grande, excluyendo a Vieques y a Culebra. Reconocernos como el archipiélago que somos valida la diversidad y lo interesante de nuestro entorno. Somos islas. Y eso incluye a las islas vecinas, indistintamente de su extensión territorial.

No puedo evitar pensar en la fragmentación de nuestro Caribe cuando llamamos “islitas” a nuestras vecinas. Yo no quiero que se refieran a Puerto Rico como islita—y mira que hay islas y archipiélagos más grandes que el nuestro. Categorizar es útil y nos encanta, pero eso nos debe eximir de problematizar cómo hablamos de las Antillas Menores.

En su serie reciente de Crítica sobre la heterogeneidad del Caribe, “Los diferentes Caribes”, Israel Meléndez Ayala esboza las historias que nos unen y separan, sobre las dinámicas sociales y políticas que a través de la historia nos han hecho ser habitantes desconectados. Aunque tenemos distintas realidades sociopolíticas, compartimos unas historias y retos similares.

“El Caribe debe unirse y fomentar mejores relaciones para lograr mayores resultados en todos los problemas comunes a los que nos enfrentamos, desde la economía al cambio climático, pasando por las cuestiones sociales”, argumenta Ayala en uno de sus ensayos. Pienso que llamarles “islitas” a la mayoría de las ISLAS que componen nuestra región pudiera ser un obstáculo para lograr eso. Es un diminutivo innecesario que nos aleja y que puede evitar relacionarnos con ellas. Llamémoslas con sus nombres propios, puesto que en general, nos rodea el mismo mar. Somos islas.

Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

Deja un comentario