Tu fiambrerita semanal #85

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Apuntes desde Baracoa, Cuba ✏️ Parte I

                    ENSAYOS | DESDE LA ALACENA | CONVERSACIONES                     

¡Feliz 2025! Te deseo mucho bienestar en este nuevo año. En La Fiambrera de hoy comparto la primera entrega de una serie de crónicas que recogen mis apuntes desde Baracoa, Cuba ✏️ Fue publicada por primera vez en abril 2024.

Entre una cosa y la otra, se me fue el hilo y no terminé la serie 😅 Así que empiezo este nuevo año siendo más consistente en eso.

Hice algunos cambios en la estructura de tu fiambrerita semanal y vienen otros por ahí.


El paisaje retratado por unos ojos pesados

Se notaba que el cuerpo pesaba. Aunque, no más que la mirada de aquel nene que ayudaba a los demás hombres a cargar a quien cosechó su último cacao, envuelto en una sábana blanca que dejaba de serlo. Hacía mucho tiempo que no veía un cuerpo bañado en sangre.

Llegué al aeropuerto de Holguín un jueves por la tarde. De allí a Baracoa fueron como cinco horas de viaje por una carretera que en ocasiones no estaba embreada. Estar varias horas en un carro del siglo pasado fue mi primera experiencia en esa isla que tenemos bien presente en Puerto Rico como el ejemplo de lo que no debemos ser. Hubo muchos instantes en los que sentí que guiaba por el sur de Puerto Rico. Me recordaban lo que he vivido en Juana Díaz. Ver un hombre muerto, bañado en sangre, fue uno de esos momentos.

La escena aquella con el nene de ojos pesados que ayudaba a cargar el cuerpo de alguien (que presumo) que conocía, sucedió como a eso de las dos o tres de la tarde, en mi segundo día. Íbamos camino a una playa. Yo estaba impresionado por los paisajes. Nunca había visto tanta palma de coco. Me contaron que esas plantaciones se sembraron cuando comenzó a caer el azúcar. El coco está bien presente en la culinaria de esa zona de oriente. Estuve mirando siempre hacia el lado, en el asiento de atrás de otro carro del siglo pasado. Entonces, por eso no vi al señor que se tiró a la calle.

El paisaje agrícola cabía en esos ojos grandes y llorosos. Su voz temblaba pidiéndole ayuda a nuestro amigo conductor. “Hay que llevarlo al centro”. “Hermanito, llévanos al Centro de Salud”. “Se nos muere, se nos muere”.

Muchas palmas (2018)

Nos bajamos del carro mi colega y yo; nos sentamos en un banquito que había allí. Intenté mirar hacia la izquierda, hacia el paisaje, pero la derecha llamaba. Retraté esa escena con mis ojos incómodos.

Nuestro amigo parecía no querer llevarlos. Al rato nos contó que hay una ley en Cuba que obliga a personas con autos a dar ayuda en emergencias. En esa zona no había 911 o manera de comunicarse con alguna ambulancia. “Tengo que parar. Si no paro, me lleva la policía”.

Los que cargaban el cuerpo del agricultor eran hombres de distintas edades, cuarentones y pico parecían. Excepto el nene aquel, como de 13 o 14 años. Su cara tensa me recordó cuando uno se ve obligado a “ser hombre”. Había algo reconocible en ese nene, algo que yo conocía muy bien. Pensar en eso fue mi refugio para ignorar la sabana que se volvía roja.

Dejé de pensar en mi niñez por el grito de una señora que salió de una casa. Ese llanto fue un auxilio. Personas de otras casas, mujeres y niñas en su mayoría, salieron como si hubiesen sido llamadas. Una vez en mi barrio Jacaguas salimos así cuando a la señora de la tiendita frente a mi escuela elemental le asesinaron al hijo.

El paisaje desde aquella curva donde nos detuvimos

“Ay, mi vida”. “Ay, mi amor”. Muchos abrazos y muchas lágrimas. El nene parecía querer unírseles. Su cara se convirtió en confusión. Se agarraba la coyuntura de su brazo izquierdo con su mano derecha. Parecía esconderse. Miraba con rareza al hombre que les decía a las mujeres que no lloraran. Y que luego ayudó a montar el cuerpo de quien había caído desde lo alto. ¿Cuánta gente muere cosechando lo que otros comen?

La guagua dio una virazón y se fue monte abajo hacia el Centro de Salud. El señor seguía regañando y pidiendo que dejaran de llorar. El nene se iba alejando del grupo. No me quedó más remedio que intentar perderme en el paisaje aquel. ¿Cuánta gente muere trepando árboles de cacao? ¿Y cuántos niños se obligan a no llorar cuando lo necesitan hacer? Ni las vistas más impresionantes logran callar la mente.

Esta es la Parte I de mis Apuntes desde Baracoa, Cuba. Lee la segunda parte aquí.


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investigando, creando y comiendo


🤓 Comparto que me hice parte de la Junta Directiva del Instituto de Agroecología del Caribe (Caribbean Agroecology Institute). Conozco y he colaborado con el CAI desde que era estudiante, desde el 2017—sigo siendo estudiante, conste. El CAI apoya los esfuerzos de agricultorxs agroecológicos y fomenta el intercambio de saberes entre países. Estaré apoyándoles desde esta posición voluntaria y de servicio.

📰 Me preocupa eso de la gripe aviar en Puerto Rico; personas que trabajan en la agricultura son altamente suscupetibles a contagiarse—protegerles es sumamente importante y eso nos salcaguarda. Y pienso que se está tomando a la ligera aquí y en EE.UU. Mejor precaver que lamentar. En otro asunto: todavía no he visto quiénes presidirán las comisiones de agricultura de ambos cuerpos legislativos. ¿Tú sabes? Y a la hora de terminar esta fiambrerita, no se ha anunciado quién dirigirá el Dept. de Agricultura.

💡Estaba escuchando una entrevista a Oliver Burkeman sobre su nuevo libro, Meditaciones para gente mortal (Meditations for Mortals) y me sentí atacado cuando hablaron de la gente cuentapropista que se creen que están escapando el sistema, pero terminan imponiéndose estructuras más rigidas 😅 Hay que aprender a parar…

La Pequeña, 2024

📚 Me leí Volcán de Yvonne Weekes. Es su memoria sobre la erupción del volcán Soufrière Hills en Montserrat. Fue publicado en español el año pasado por la Editorial La Pequeña. Un volcán, un terremoto, un huracán… los desastres rara vez son naturales. En La Mestura de febrero compartiré mis impresiones.

🍽️ Es oficial, hasta ahora: las bolitas de queso que más me gustan se venden en el restaurante Brisas del Mar en Puerto Real. La sangría frozen de ellos también la recuerdo con mucho amor. Si vas, pide el pescado del día en salsa criolla.



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