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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 4 de mayo de 2025.

Salir a pescar en estos tiempos se vuelve una lotería, cuya suerte no solo depende de las condiciones ambientales, sino también de las condiciones sociales y de infraestructura que hacen de la pesca una profesión difícil. El laberinto regulatorio de Puerto Rico está conformado por varias definiciones que no contemplaron voces pesqueras. Muchas de ellas se basan en un “sí o no”, obviando complejidades de la mar. Esto ha llegado, incluso, a que pescadores comerciales y agencias pierdan miles de dólares en incentivos y ayudas. Estos retos relacionados a la escasez se han vinculado a conflictos que afectan la calidad de vida y el trabajo de los pescadores. Sin embargo, la cooperación entre sectores puede ser un mecanismo efectivo para mitigar tales retos.
Un reciente estudio entre la Asociación Pesquera de Culebra y la Oregon State University, publicado en Environmental Research Letters, encontró que ha mayor de esfuerzo por unidad de pesca—o sea, que ha menos pesca por cantidad de horas de esfuerzo, ya sean viajes y horas pescando—mayor es la probabilidad de que surjan conflictos que afecten al sector pesquero. “Hay una escasez en el suministro o la producción o la capacidad del ecosistema de proveer abastos de pescados y mariscos. En Puerto Rico, donde en general los ecosistemas están cada vez que más amenazados por diversas razones, degradación ambiental, cambio climático, desarrollos costeros insostenibles, contaminación, se ha vuelto más difícil pescar y eso lleva a que inviertas más esfuerzo y más esfuerzo por menos ganancias”, me decía Nicolás Goméz Andújar, autor del estudio que trabaja en la Asociación Pesquera de Culebra.
El modelo que llevaron a cabo probó estadísticamente algo que mayormente se había documentado a través de observaciones y estudios de caso. Los autores desarrollaron una base de datos de conflictos intensos que se han dado en Puerto Rico desde 2010, incluyendo protestas, multas, litigaciones, negligencia gubernamental y otros conflictos entre pescadores, para hacer el análisis. “Y esos conflictos pueden ser conflictos entre pescadores o conflictos con otros sectores, el más común siendo contra agencias regulatorias ambientales”, dijo.
El también culebrense quien fue criado con pescadores me recalcó que el estudio validó lo que llevan escuchando por años de parte de los que pescan comercialmente. No solo cómo las condiciones pesqueras inciden en los conflictos, sino que los actos de cooperación proliferan también y ayudan a mitigar la probabilidad de desenlaces negativos. Para entonces mitigar que surjan conflictos, es clave tener una comunicación efectiva. No solo entre pescadores o asociaciones pesqueras, sino entre diversos entes, incluyendo agencias gubernamentales
Los pescadores en Puerto Rico han sido vocales en exigir sus derechos. Particularmente, han manifestado la desatención y le mal servicio provisto por los departamentos de Agricultura y de Recursos Naturales y Ambientales. También han sido vocales sobre cómo se han impactado los arrecifes y las condiciones marinas en general en Puerto Rico. El cambio climático se ve reflejado en las ya documentadas altas temperaturas y acidificación de las aguas que rodean a Puerto Rico, lo cual afecta a los arrecifes y subsecuentemente a la disponibilidad de pesca. “En el 2024, la migración hacia la orilla del pulpo nos ocurrió en noviembre, cuando usualmente ya para principios de septiembre está y se puede pescar en grandes cantidades. Esto es uno de tantos cambios que los pescadores observan, que observamos en el mar, que no podemos esperar a que venga un cambio en la ley y en las regulaciones. Tenemos que ser proactivos como pescadores y como consumidores”, decía el también investigador. Eso, sumando la desconexión entre regiones y la falta de comunicación y coordinación les ha obrado en contra al sector.
“Hay muchos malentendidos entre nosotros [los pescadores] porque no asumimos una comunicación directa, franca y bastante empática. Todos tenemos nuestras situaciones y tenemos que ser empáticos, tenemos que llegar a acuerdos. Eso requiere una mayor atención a nivel de Puerto Rico. Tenemos que lograr espacios para conversar entre comunidades de pescadores, que no necesariamente dependen de agencias”, me decía Gómez Andújar. “Algo que nos está llamando la atención en la Villa Pesquera de Culebra es cómo nos referimos a nosotros mismos. Decimos que somos un manglar de profesionales. No solamente porque tenemos muchas ramas de saberes de distintas experiencias sino también de que como un ecosistema de mangle estamos ahí nutriéndonos y creciendo juntos”.
Del estudio resalta que los ejemplos de cooperación son múltiples en Puerto Rico y que el materializarlos de un modo en que esa cooperación perdure puede repercutir en impactos positivos, como lo sería la reducción de conflictos. Cabe destacar que muchas de las leyes que regulan la pesca en Puerto Rico son federales, para los cuales no hay injerencia local. Sin embargo, hay otras, como las vedas de pesca, para las cuales sí tenemos injerencia.
“A nivel de Puerto Rico hace tiempo [que las leyes] necesitan ser actualizadas. Yo creo que es una gesta que, aunque necesaria, no podemos esperar a que una u otra administración le dé prioridad. Tenemos que nosotros organizarnos y unirnos y tomar estas acciones”, me contaba Gómez Andújar. “Para aumentar nuestra capacidad de organización, de poder cooperar a largo plazo, tenemos que empezar a trabajar esto desde antes del desastre, desde antes del blanqueamiento de coral, desde antes del Huracán; desde antes de que el recurso ya esté estresado. Por suerte hay muchas especies que todavía están sostenibles. En Puerto Rico tenemos todavía especies que están saludables y que podemos hacer los intentos de redirigir nuestro esfuerzo a pescar esas especies, a consumir esas especies poco utilizadas”, continuó.
El estudio subraya que para desarrollar políticas públicas y regulaciones efectivas para reducir conflictos que afecten al sector pesquero es necesario conocer las causas que se quieren remediar. Aunque el estudio no aborda relaciones causales, sí provee una gran cantidad de piezas para montar un rompecabezas que transforme la gobernanza sobre nuestros recursos marinos y pesqueros. ¿Cómo se vería la implementación de zonas de derechos territoriales de uso pesquero (TURF, en inglés) como se ha hecho en Belice y en Chile? Estas son áreas comanejadas por pescadores, las cuales salvaguardan la diversidad marina y el trabajo de quienes van a la mar. Si algo este estudio revela, es que en Puerto Rico existe la capacidad para cooperar y transformar la manera en la que se hacen las cosas.

Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

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