Una sonrisa sosa ✏️Apuntes desde Baracoa, Cuba; Parte III
columnas | desde la alacena | conversaciones
Hoy te comparto la última entrega de lo que ha sido la primera serie de La Fiambrera, Apuntes desde Baracoa. En esta te cuento sobre la sonrisa sosa que muchas veces mostré en Cuba. Gracias por apoyar esta serie con tu lectura. La semana que viene entonces se publicará La Mestura de enero. En La Fiambrera de hoy también comparto algunas noticias. Que bueno que las gallinas fallecidas en mi Juana Díaz no tenían gripe aviar. No obstante, tenemos que estar alertas.
A veces basta una sonrisa sosa

Regresamos al centro de Baracoa en la noche. Admito que tuve que beberme una pastilla para el estómago. Me pasó por glotón, por comerme mi potaje y lo que había dejado mi colega. Llegué a mi hospedaje y saludé a doña Mercedes—digámosle a la dueña del parador. Le conté de mi día y compartimos una barrita de chocococo—un dulce típico que me regaló una participante del taller al que fui. Doña Mercedes y yo conectamos. Me recordaba a mis tías queridas. Y me gustaba que me llamara “mi santo bello”. Eso fue lo primero que ella me dijo cuándo llegamos a su parador: “Mi santo bello, tú no vas aquí”. Comentó eso luego de dejarle saber a mi colega en qué área del hospedaje estaba su cuarto. “Los cubanos van al otro lado”.
Ella pensaba que yo era un cubano oriental. “Si te pareces hasta a un sobrino mío”, me dijo, luego de que mi colega la corrigiera. Aunque ya hay muchos lugares en donde cubanos locales y extranjeros frecuentan—restaurantes, cafés, barras, paradores y paladares—en aquel tiempo todavía permeaba esa segregación absurda. Poco a poco se han ido liberando de eso. “Con razón te pareces a los santiagueros”, dijo con una sonrisa cuando le dije que soy de Puerto Rico. Luego, me preguntó cómo estaba “Borinquen”. Mucho había visto ella del desastre, luego de María. Era 2018 y aún seguíamos en ese ciclo terrible que llaman “recuperación”. Le comenté lo ineficaz e irresponsable que fue la respuesta gubernamental y de cómo ambos gobiernos, local y federal, se pasaban la papa caliente. “Verdad, que ustedes son colonia”, me comentó, luego de decirme que vio cuando Trump lanzó papel toalla y que había escuchado de lo inadecuada que fue la respuesta de Estados Unidos para con su territorio. Yo sonreí algo soso.

Y esa sonrisa sosa fue una que pintó mi cara en varias ocasiones. Nunca en otro sitio, fuera de Puerto Rico, había escuchado tanto que me dijeran que soy de una colonia. Nadie me lo tiene que decir en la cara para yo saberlo o recordarlo. Pero bastaba con escucharles hablar de su gobierno y sus realidades para acordarme de la situación política subordinada de Puerto Rico. Específicamente, lo que me contaban del embargo que sufren me recordaba de cómo le echamos la culpa de nuestros males a la cláusula territorial y al “Estado Libre Asociado”. En el caso de la isla vecina, su “Estado Libre Asociado”, la causa de sus males, es el criminal embargo estadounidense. Por todas las cosas que yo escuchaba por allí y en la televisión cubana, se podía llegar a concluir que todo en Cuba era culpa del embargo.
Por su puesto que el embargo jode al pueblo cubano y por supuesto que nuestro estatus nos jode como pueblo. Más sé que comparar el embargo ilegal con el dichoso ELA puede rayar en “chinas con botellas. —Y eso no quita que dentro de esa realidad siento orgullo de y por Puerto Rico; algo que notaba en ellos también por su amada Cuba— Pero es en esas instancias donde percibo como una externalización de la responsabilidad, algo que ignora nuestra propia injerencia. En el caso de Puerto Rico, mucho de lo que nos ha jodido se ha gestado en San Juan. O sea, por la injerencia de muchas personas puertorriqueñas. (¿No vas a mantener tu cuarto limpio y recogido porque la casa no es tuya?).
En ese tiempo, en Cuba se discutía el proceso para la nueva constitución. Muchas de las personas con las que hablaba criticaban lo difícil que era participar, de lo jerárquico, incluso, del proceso. Sin embargo, aun así participaban de los paneles y reuniones que se hacían en cada municipio. Pero como aquí, ¿quién tiene tiempo, poder y recursos para concretizar esa injerencia y participar en los procesos? Y no era que allá se obviara al gobierno.
“Todo lo agarra el comandante”, me dijo alguien que llevaba un tiempo buscando unas piezas para arreglar su auto. Pero luego justificaba diciendo que eran un país de prioridades y que el embargo era lo que no permitía que hubiese más piezas y otros materiales. Anécdotas como esa escuche varia, pero muchas más sobre cómo el embargo les mantenía en ese estado. Hablé de esas historias y otras cosas políticas con José—el chef-instructor de salsa. Era mi última noche allí y el día que nos conocimos en la playa me había dicho que nos teníamos que dar unas cervezas antes de que me fuera.
Estábamos en una barra cerca de la plaza. Había mucho bullicio y la gente aprovechaba el internet de allí. Ya íbamos por la cuarta Cristal. Le comentaba a José de lo que había escuchado de Cuba antes de venir por primera vez: por un lado, que es un sitio terrible y dictatorial; por otro, que ha gestionado el modelo agroecológico que el planeta debe emular. Pero allí no vi ninguna de esas dos cosas. También le decía que allí con él me sentía en mi barrio Jacaguas en Juana Díaz. Que vi que la gente estaba en la brega, en la lucha. Le decía yo que en esas semanas vi y aprendí cosas que me encantaría que se dieran en Puerto Rico. Y no sé si fue por la sexta Cristal, pero me fui por un hoyo criticando a Puerto Rico. También le dije sobre las cosas no tan chulas que vi en Baracoa. “¿Cómo sería todo sin el embargo? ¿Habría más recursos, más injerencia?” Él se dio un sorbo de la cerveza y con una mirada sonriente me dijo: “No sé, pero la realidad es que ustedes en Puerto Rico tienen un poquito más de libertad que nosotros. Aprovéchenla”. Le sonreí algo soso.

Esta es la tercera (y última) entrega de mis Apuntes desde Baracoa, Cuba. Lee la Parte I aquí y la Parte II acá.
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📰 Esta semana me leí el artículo del Centro Periodismo Investigativo enfocado en la mano de obra extranjera en nuestra agricultura. Telemundo lo cubrió e hicieron buen resumen. (La gráfica que incluyeron sobre el número de cafetales es bien impresionante). Que bien que se le dé visibilidad a este tema. Me hubiese gustado leer más sobre el bienestar de estas personas y de cómo la pasan aquí. En una fiambrerita pasada escribí sobre este tema de la mano de obra. En otro asunto, se determinó que no hay gripe aviar en Juana Díaz. Aquí puedes escuchar una entrevista sobre la gripe aviar a Carlos Nazario del Servicio de Extensión Agrícola. Y leí que siguen las quiebras en la ganadería.
📚 Ya está disponible la cuarta tirada de mi libro de cuentos, Al otro lado. Aquí puedes conocer más del libro y leer el cuento que lo abre. Acá hice un Instagram en donde comparto la primera página de varios de los 17 cuentos que componen el libro. Si quieres una copia, escríbeme ($15 + shipping). —Empecé a leer History of the World in Seven Cheap Things.

🍽️ Felicito a todas las personas y restaurantes de Puerto Rico que recibieron una nominación para los Premios James Beard—los oscares de la gastronomía en Estados Unidos. (Necesitamos nuestro propios premios, gracias. Y con un criterio local). En particular, quiero destacar La Faena de Agrococina, a su equipo, quienes recibieron una nominación de semifinalistas a través de Kevin, su chef. Hace un tiempo conversé con él y Viviana. Para mí, La Faena es un ejemplo de lo posible en el sector gastronómico de Puerto Rico.
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