Hablemos de la seguridad alimentaria de hogares agrícolas

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Esta es la primera entrega de una serie sobre seguridad y soberanía alimentarias y seguridad nutricional en Puerto Rico.

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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 19 de mayo de 2024.


Puerto Rico no puede tener una seguridad alimentaria estable si las personas que cosechan nuestras tierras y pescan nuestros mares no tienen un acceso continuo y estable a alimentos. El estudio más reciente que tenemos indica que 33% de nuestra población no tiene una seguridad alimentaria estable (debe ser más, dado a nuestros altos niveles de pobreza). Allí no desglosan los resultados por trabajo, pero sabemos que las personas que trabajan en la intemperie y que dependen de recursos naturales, como en la agricultura y la pesca, se ven más expuestas a que su seguridad alimentaria se vea afectada por impactos climáticos.

Cabe destacar que ese estado en el que las personas tienen acceso continuo a alimentos saludables y seguros, no es reflejo único de características individuales, como el género, lugar de nacimiento, color de piel, condiciones de salud, entre otras. Estas se conjuntan con factores biofísicos y de infraestructura. No es lo mismo vivir en el barrio Tetuán de Utuado que en Collores en Juana Diaz. (La vulnerabilidad refleja lo estructural, lo que va más allá del control individual). La seguridad alimentaria, por lo tanto, no puede reducirse a si se tiene suficiente dinero para comprarla, se debe entender como un aspecto multidimensional y estructural, más allá de lo económico.

Huracanes y sequías, entre otros impactos climáticos (y no climáticos, como guerras que afecten la cadena de suministro) pueden propiciar periodos transitorios de inseguridad alimentaria. En islas como las nuestras, donde hay alta dependencia a importanciones y limitaciones físicas y topográficas, no nos podemos dar el lujo de no propiciar ni proteger la producción local. Esta se vuelve crucial para salvaguardar nuestra seguridad alimentaria, más aún en tiempos de emergencias. Pero, ¿cuáles son los niveles de seguridad alimentaria en hogares agrícolas y pesqueros?

Luego de María, entre mayo a junio del 2018, se encuestaron 405 personas agricultoras a través de nuestras islas para entender como manejaron la emergencia. –Recordemos que los desastres nunca son naturales, pero eso es otro ensayo– Queríamos saber por cuántos meses en sus hogares tuvieron dificultad en adquirir alimentos o sufrieron escasez.

El 69% reportó por lo menos 1 mes de inseguridad alimentaria; en septiembre del 2017 fue el 42%, en octubre el 59% y luego comenzó a reducirse: 31% en noviembre, 31% en diciembre. Esto es cónsono con lo que han encontrado estudios sobre la seguridad alimentaria en tiempos de desastres o emergencias. En la gráfica de arriba no se incluyeron meses previo a septiembre, puesto que no sobrepasaron el 2%.

Más de un tercio de las personas, el 38%, reportó 3 meses o más. “Impactos biofísicos, pero especialmente los factores sociales, como la edad y el acceso restringido a fuentes externas de apoyo, estuvieron vinculados con reportar inseguridad alimentaria persistente”. La edad promedio de personas agricultoras es de 61 y esa es la edad del “operador principal”. Obreros y trabajadores agrícolas usualmente no son contados en el censo. Más el salario promedio por esos operadores en general no supera los $20,000.

Una de las conclusiones de nuestro estudio fue que aspectos socioecológicos, incidieron en esa inseguridad. Estudios hechos luego de huracanes han encontrado que determinantes sociales y de infraestructura juegan un rol importante en cuanto se extiende ese periodo de inseguridad alimentaria, el cual puede volverse permanente. No podemos permitir que nadie en Puerto Rico viva con inseguridad alimentaria y debemos también atender la seguridad alimentaria de hogares agrícolas, puesto que son claves en salvaguardar nuestra seguridad alimentaria colectiva.

El amarillo representa que esa variable es significativa, o sea que causa diferencia entre grupos.

En el estudio también encontramos que “ser agricultor bona fide redujo la probabilidad de estar en la categoría de inseguridad alimentaria persistente, mientras que tener mayor edad la incrementó. Ser participante del PAN estuvo asociado a reportar 1 o 2 meses de inseguridad alimentaria. Aquellas personas en la categoría persistente tendieron a residir en municipios que reportaron mayores deslizamientos de terrenos y que estaban cerca al trayecto del huracán. El tamaño de sus fincas era menor al de las personas en las otras dos categorías”. Recordemos que gran parte de nuestra agricultura es de pequeña a mediana escala—el promedio de fincas es de 59 cuerdas y más de 4,000 tienen 19 cuerdas o menos.

Es importante que, de cara a esta nueva temporada de huracanes, fomentemos el “aumentar o facilitar el acceso a recursos externos que aporten a salvaguardar la producción e infraestructura agrícolas. Puesto que eso pudiera ayudar a fortificar la capacidad de adaptación del sector agrícola y también su seguridad alimentaria”.


Esta es la primera entrega de una serie sobre seguridad y soberanía alimentarias y seguridad nutricional en Puerto Rico. Lee la segunda aquí.


Aquí puedes acceder una hoja con los estudios en español e inglés, un resumen y otros recursos.

Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.

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