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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 20 de octubre de 2024.
Este artículo fue publicado originalmente en Yale Climate Connections.

Las gallinas cacareaban por el soleado malecón de Frederiksted, situada al oeste de Santa Cruz, la isla más sureña de las Islas Vírgenes de Estados Unidos. Yo iba caminando bajo el caliente y bello sol caribeña para reunirme con Olivia Walton, una educadora medioambiental, nativa de esa histórica ciudad.
Ese mismo malecón la vio disfrutar buceando de niña con su mamá. Hoy, ella lleva a sus estudiantes a esos lugares que cimentaron el amor que siente por su isla. Lo hace a través de la Asociación Ambiental de Santa Cruz (St. Croix Environmental Association o SEA), una organización sin fines de lucro dedicada a la conservación del medio ambiente, la gestión cultura y la educación.

Volver a casa
«Estoy muy orgullosa del trabajo que he podido hacer hasta ahora, y me siento aún más unida a mi hogar de lo que nunca me había sentido», dice esta educadora medioambiental de 33 años cuando se le pregunta cómo le van las cosas desde que regresó a su natal Santa Cruz.
Como hacen muchas personas de nuestras islas, Walton se fue en busca de oportunidades. Estudió recursos naturales en la Universidad de Cornell y obtuvo una maestría en ciencias medioambientales por la Universidad de New Haven. Aunque pasó gran parte de su vida adulta en EE.UU., su deseo de volver a casa nunca se desvaneció.
«Sin duda, volver a casa fue una transición más dura de lo que pensaba que sería. Sentí como un choque cultural de estar en casa y tener que bajar el ritmo de trabajo. Y ha sido difícil no tener tantos recursos como una puede estar acostumbrada», dijo. «Pero luego caí en tiempo de nuevo y descubrí cómo manejar el trabajo que hago y quiero hacer como adulta en este espacio… Estar aquí como adulta ha sido un proceso de aprendizaje, pero un proceso hermoso».

Otro ajuste que ha tenido que hacer: Aceptar que los lugares que amaba de niña ya no son los mismos. Es testigo de los daños que el cambio climático ha causado en el Caribe: blanqueamiento de colares, sequías y huracanes más fuertes, entre otros.
«Es duro, provoca emociones difíciles», dijo. «Me gusta adoptar un enfoque positivo cuando trabajo con mis estudiantes, y por eso les comunico qué ha cambiado drásticamente, pero también conversamos sobre qué pueden hacer algo al respecto».
La SEA trabaja para proteger y conservar el medio ambiente de Santa Cruz mediante proyectos y programas que apoyan el bienestar social de sus residentes. La organización lidera cursos gratuitos de buceo y otras actividades recreativas que fomentan la creación de lazos comunitarios y el intercambio de recursos. También trabajan la defensa del medio ambiente en torno a la reducción y mitigación de la contaminación, la formación para el desarrollo de capacidades y otros programas educativos. Estos incluyen campamentos de verano gratuitos para niños y jóvenes, incluido uno que dirige Walton.
Dijo que es importante que los estudiantes establezcan relaciones, no sólo entre ellos, sino también con su entorno, para crear un sentimiento de conexión que fomente la conservación del medio ambiente y los esfuerzos de gestión ambiental y cultural.
«Creo firmemente que para proteger el futuro de nuestro medio ambiente debemos enseñar a nuestra niñez a amar la Tierra», afirmó.
Los días se vuelven más calientes
Las aguas calientes y ácidas de la superficie del océano han afectado a los arrecifes de coral de las Islas Vírgenes y de todo el Caribe. Hoy, Santa Cruz es más calurosa que cuando Walton era niña, y las proyecciones indican que la temperatura media seguirá aumentando.
El huracán Beryl causó daños en las islas vecinas al oeste y al sur unos días antes de nuestra entrevista, preocupando a muchos residentes de Santa Cruz que aún se están recuperando de los impactos de los huracanes Irma y María en 2017. Esos ciclones afectaron grandemente la isla y otras de la región, agravando los problemas existentes, como no disponer de un suministro energético y una red fiables.
Estos impactos agravan y contribuyen a la vulnerabilidad de la población en un territorio estadounidense dependiente de las importaciones, el cual enfrenta a desigualdades estructurales y políticas. Y eso no pasa desapercibido en el programa de verano que dirige Olivia.
«Hablo con mis estudiantes sobre la ansiedad ecológica y la angustia climática, sobre cómo manejarlas», explica Walton. «También realizamos una actividad en la que se sitúan a lo largo de un espectro si están de acuerdo o en desacuerdo con diversas acciones, y también hablamos sobre si se sienten responsables del cambio climático y sobre posibles soluciones a distintos niveles».
Ella dijo que las respuestas entre los estudiantes fueron variadas: «Muchos de ellos sintieron que no son responsables de lo que ha sucedido, pero algunos de ellos sintieron que tienen la responsabilidad de lo que suceda en el futuro. Y algunos de ellos no sentían que tuvieran que ser responsables de esto ahora, y puedo entender completamente que es muy frustrante».
Se trata de una discusión importante, dada la larga historia de colonialismo, desigualdad sistémica y racismo que se vive en el Caribe. Lo que ha contribuido a poner a la región en desventaja a la hora de afrontar los efectos del cambio climático.
Estudios han demostrado que los jóvenes de todo el mundo se sienten preocupados y angustiados por el cambio climático.
«Comprendo perfectamente la frustración que sienten», afirma Walton. «Incluso los que se sienten muy apasionados por ello luchan con el hecho de que les parece mucha presión».
Walton quiere que estén conscientes de la salud mental y las repercusiones emocionales del cambio climático como de sus efectos físicos: «Veo un cambio durante el programa hacia un espacio en el que están más informados, pero también sienten mayor injerencia».

«Básicamente, cada estudiante toma un tema medioambiental que les ha parecido interesante, o que les apasiona, y hacen algo al respecto», añadió. «Me gusta motivarles a que piensen fuera de la cajita».
Sus estudiantes han participado en campañas educativas, actividades de divulgación comunitaria y proyectos de comunicación científica. Un año, los chicos hicieron una campaña transformando un jingle popular para compartir mensajes de conservación del medio ambiente.
«Tomaron una de las canciones más populares de una gomera y la modificaron con la misma melodía, pero hablaron de no dejar las gomas tiradas en las carreteras, de la contaminación, del daño medioambiental que supone en términos de desechos marinos, pero también de caldo de cultivo para mosquitos y de las consecuencias de do no deshacerse de ellos adecuadamente», recuerda, con la cara iluminada.
También lleva a los estudiantes a ver y participar en trabajos de mitigación y adaptación al clima que se están llevando a cabo en Santa Cruz, como proyectos de restauración de corales, campañas de gestión medioambiental, producción local de alimentos y otros, proporcionándoles la oportunidad de ver y experimentar posibilidades y transformaciones que pueden liderar o de las que pueden formar parte.
Su trabajo sigue dando frutos y ha sido notado: Walton fue reconocida por la Asociación Norteamericana de Educación Medioambiental en la categoría de 30 menores de 30 años, que destaca a los educadores que contribuyen a un futuro sostenible.

No se trata sólo de la niñez
Además de influir positivamente en distintas comunidades, los estudiantes han influido en sus propias familias.
«He tenido madres, padres y encargados de estudiantes que han aparecido en eventos y se han involucrado más en el campo medioambiental porque sus hijos están mostrando interés en ello», dijo Walton. «Lo más común es simplemente que están muy contentos de que sus hijos hayan hecho algo de lo que se sienten realmente orgullosos».
En un open house del programa de Walton, los estudiantes llevaron a familiares y amigos a navegar en kayak por una reserva protegida. Un estudiante trajo a toda su familia, dijo. Otro componente del programa es conseguir que los estudiantes fortalezcan y amplíen sus lazos con sus comunidades, comprendan mejor su entorno y evalúen los riesgos y vulnerabilidades climáticas con sus familias.
Walton subrayó que la ayuda mutua y los lazos comunitarios son importantes para aumentar la resiliencia en el Caribe, compartiendo recursos para hacer frente a los efectos del cambio climático y para anticiparse y prepararse mejor para ellos.
Y eso es algo que también está integrado en el programa: se amplían los lazos comunitarios y las amistades.
«U.S. Virgin Islands native returns to St. Croix to support environmental changemakers«, was first published on Yale Climate Connections, a program of the Yale School of the Environment, available at: yaleclimateconnections.org. This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 2.5 license (CC BY-NC-ND 2.5).
Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.
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