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Esta publicación fue parte de la fiambrerita del 22 de septiembre de 2024.

1.
Hay personas que son como pájaros carpinteros. Su naturaleza les lleva a localizar un árbol y poner su pico a trabajar. Otras son más colibríes, de flor en flor, polinizando. No es malo o mejor ser uno o el otro. Cada pájaro tiene su naturaleza. Se acepta. Pero pasa a veces que, si eres un colibrí en un bosque lleno de carpinteros, puede que te orientes a detenerte en un árbol a hacer con tu pico algo para lo que no está hecho. Puede que el entorno no valide esa naturaleza. Compartí esa analogía, la cual aprendí de Elizabeth Gilbert, ante una pregunta que me hicieron durante un panel, relacionada a cómo hacer investigaciones en sistemas agroalimentarios.
Hay un ímpetu en que el trabajo de investigación que hacemos tiene que ser inter- o transdisciplinario. O sea, un trabajo que involucre distintas disciplinas y conocimientos, incluyendo conocimientos tradicionales o ancestrales. Y sí, es importante y necesario, pero no todo el mundo tiene las habilidades para hacerlo o a veces el trabajo no lo requiere. No se necesita verificar un carburador si se sabe el problema es que la goma está vacía. Está bien ser especialista y está bien ser generalista. Si queremos atender y entender problemas relacionados a nuestros sistemas agroalimentarios, es importante conocer sobre las partes para luego comprender cómo se conectan e influencian entre sí. Carpinteros y colibríes. El problema es cuando uno se valida más que el otro. –Conste, sin polinización no hay mucho…

2.
Hago lo posible por no tener la palabra “empoderar” en mi vocabulario—ni ninguna de sus vertientes. Estuve de acuerdo con Angela Odoms Young cuando sentenció que debemos dar y ceder poder, en vez de enfocarnos en querer empoderar. Hay algo en esa palabra que implica tener injerencia sobre la otra persona, sobre verle como alguien incapaz de tener o generar poder, de que desde sí debe generarse el poder. Eso obvia cómo elementos estructurales—sociales, políticos, económicos, culturales—obvia cómo la violencia estructural hace que personas no tengan acceso a recursos y oportunidades que le permitan cubrir necesidades básicas. “¿Cómo creamos poder?”, dijo ella en su charla enfocada en las maneras que estudiamos nutrición y salud. Esa pregunta es mejor que “¿cómo empoderamos?”
Otro asunto que me llamó la atención de su charla fue la crítica y el llamado a tener cuidado con darle mucha atención a los comportamientos y no a las experiencias vividas. Pues, se puede invisibilizar que lo que se hace, lo que hacemos, tiene distintas dimensiones que en su mayoría pueden ser influenciadas por esos elementos estructurales que van más allá de lo individual. Volvemos, es necesario conocer las partes, pero también cómo se conectan e influencian entre sí. Además, cuando hacemos estos trabajos enfocados en nutrición y salud—investigaciones, intervenciones, políticas públicas—es importante estar conscientes de nuestras intenciones y de nuestras posiciones.
3.
La semana pasada se cumplió otro aniversario del desastre que fue aquel 20 de septiembre de 2017. Es importante recordar que los desastres casi nunca son naturales. Visibilizan y hacen evidentes las vulnerabilidades persistentes que inciden en cuánto daño genera un evento natural. Yo estaba en Vermont cuando los vientos y lluvias de María azotaron a mi hogar en Juana Díaz y a los de todo Puerto Rico aquel miércoles. No olvido cuando una persona en la universidad, mientras yo miraba noticias y advertencias emitidas, el día antes, alfrente de todo el grupo me dijo: “Well, Luis, I hope you have a house on Thursday” (pues, Luis, espero que tengas una casa el jueves). Vi a esa persona en la conferencia.
Tengo la tendencia de perdonar y disculpar, de buscarle las siete patas al gato: quizás no lo dijo de mala manera, a lo mejor no entiende lo que es vivir un huracán en un lugar tan precario y desigual. Nos saludamos cuando nos topamos en el pasillo del lugar. Recuerdo que no sentí enojo aquella vez, sino vergüenza ajena. El sentimiento que más recuerdo sentir en aquel momento fue culpa. Llorar en Burlington, Vermont, al lado de un lago en una casa con todas sus instalaciones.
Pero cabe recalcar que también sentí agradecimiento y solidaridad. No de esa persona, sino de las tantas que me ayudaron a coordinar donaciones y acciones legislativas a través de congresistas de Vermont. Pero igual, aún siento que debí estar allí, en Juana Díaz, sacando tablas y limpiando el techo colapsado de la casa que me vio crecer. Fue extraño, volver a Vermont, luego de 4 años de graduarme online, precisamente la semana del aniversario de María.
Esta publicación es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. ¿No recibes una fiambrerita semanal? Suscríbete aquí. Puedes acceder el archivo de las pasadas fiambreras aquí y acá puedes ver todas las pasadas columnas.
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