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Plato principal de este mes:
Buscar piezas del cuerpo en una vereda

El admirado grupo sureño, cuyo nombre refleja una razón puertorriqueña atesorada para justificar distintos asuntos, Peor Es Na’, tiene en varias de sus canciones una línea que canta: “¡Cuidado, que esas piezas ya no vienen!”. La tomo como (1) que hay que aprovechar y bailar su música antes de que el cuerpo lo haga más difícil o (2) que bailes gozosamente, pero con cuidado, pues “esas piezas ya no vienen”; o sea, ten cuidado con romper algo. Tenía ese coro en repeat, en mi mente, mientras caminábamos el sendero hacia el mirador de la cascada El Ancón en el Cañón San Cristóbal en Barranquitas.
Era la tarde de un sábado y llegamos allí luego de almorzar alcapurrias recién fritas en un caldero sobre un zafacón lleno de fuego. El cielo estaba bien azul y una brisa sabrosa, como el sabor de esa fritura echa frente a mí con yautía y guineo verde, nos acompañó en la caminata. Se me hacía difícil pensar que ese lugar, antes de ser una reserva natural, era un vertedero. Las transformaciones son posibles, le comentaba a Alexander. Esa una de varias veredas resguardadas por la organización Para La Naturaleza. Es la primera a la que voy. Caminar más tiempo en espacios verdes (y hasta en cascos urbanos) fue una de mis resoluciones de este año. A la vez que iba admirando el paisaje, escuchaba el corito de Peor Es Na’, mientras mi rodilla izquierda ya me dejaba saber que iba a ser difícil caminar (bailar) de regreso.
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