Las vidas de algunos preciosos perdedores en Caguas

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El reciente libro de Sergio Gutiérrez Negrón, Preciosos perdedores (Ediciones Alayubia, 2019), me recordó una noche que jangueé en Caguas. Había mucho alboroto. Creo que era una de esas noches del Paseo de las Artes. Recuerdo varias personas con t-shirts blancas, algunas aguantando pancartas religiosas; les unían las ganas de abrazar y de orarle a las personas. No puedo olvidar a la muchacha del grupo que pausaba la jornada para irse a dar sorbitos de su trago que tenía dentro de su cartera. Y algo así es leer esa colección de cuentos: es notar aquellas cosas de lo cotidiano que usualmente se esconden o escondemos; notar cosas, actitudes, gestos, acciones del diario… Pues al notarlas pudiéramos entender y matizar las dinámicas que navegamos. De aquella noche puedo decir que somos preciosos perdedores que abrazamos y oramos, mientras nos damos un palo.

El libro se puede leer de una sentá, pero yo, como buen lector masoquista (o vago), leo un cuento por día. Son 7 en total y aunque no se conectan entre sí, sí comparten un mismo espacio: Caguas. Parece que “El Corazón y Centro de Puerto Rico” es el personaje que divaga en cada cuento y el que genera las condiciones o circunstancias para que estos personajes sean preciosos perdedores. Y es que las ciudades, pueblos o lugares en general, y más aquellos donde la precarización es hasta institucionalizada, tienen mucho que ver en lo que las personas pueden o quieren hacer.

Mi relato favorito fue Lo bailado. De hecho, ese sucede allí en el Paseo de las Artes de Caguas. No diré de que se trata para evitar spoilers, pero aquí una cita que lo resume sin chotear: “(…) supo que allí no había nada que buscar, que al rencor a veces hay que pararlo en seco” (p. 26). Y es que esos personajes, habitantes de circunstancias puertorriqueñas que causan dolor y angustia, aburrimiento y pesimismo, desplazamiento y violencia, no les queda otra que ser preciosos perdedores.

Admito que a veces leyendo este libro como que me quedaba con ganas de más o lentificaba mi lectura porque de momento era como escuchar el voice note de mi prima contándome su día. Pero eso no es una falla, es algo bonito del libro. Admito también que leer este libro me tiene más atento a mi entorno y a mí. Es importante entendernos y vernos en y desde el entorno. Es posible que en cada pueblo de Puerto Rico haya un muchacho que no se le dio bailar “Muchacho malo” con quien quería, alguien que piense que “lo único logrado es mentir bien”, una pareja que mira una prueba de embarazo en un fast food y otra que ignora un robo. Y, aun en municipios sin costa como Caguas, debe haber gente que va sola a la playa. Preciosos perdedores evrywhere. ¿Soy yo un precioso perdedor también?

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