
¿Qué nos contaría un árbol de 50, 70 o 100 años, si pudiera, sobre lo que ha visto y vivido? ¿Qué diría un flamboyán que ha sido utilizado en nuestro imaginario como símbolo de la vida en el campo, de lo puertorriqueño? No sé. Pero sí podemos saber lo que piensa una escritora que jugó en un patio sombreado por uno.
Ana Teresa Toro escribió Palabras para un flamboyán en un “Puerto Rico que es colonia en plena era poscolonial” (16). Esta colección de ensayos, publicada este año por Ediciones Callejón, explora distintos temas del Puerto Rico contemporáneo, como lo son la violencia de género, la educación; cuestiona promesas que se nos hicieron y reta ideas y normas en torno a la productividad, la puertorriqueñidad y el arte. Mi flamboyán favorito es el amarillo. En Santa Rita en Juana Diaz hay uno que no dudo que se pueda distinguir desde lo alto en el cielo, de tan amarillo que es. Y es una flor de ese árbol proveniente de Madagascar, sobre lozas rotas, que protagoniza la portada de este nuevo libro de Ana teresa Toro. Aún en la precariedad y ante altas temperaturas climáticas y políticas, el árbol florece y marca presencia, ocupa un espacio.
¿Qué pasa cuando se desocupan espacios, cuando se talan? ¿Qué sucede cuando decidimos ocupar espacios que por tanto tiempo se nos han negado o se nos ha dicho que no se nos está permitido estar ahí? “El vacío genera pensamiento” (64) y estos ensayos también. Cada ensayo ofrece semillas que, como flamboyanes que arropan de rojo nuestras montañas, pueden lograr crecer y ocupar espacios. Aunque hubo algunos que sentí que no me hablaban, o sea que no les hablaban a personas que vivimos en Puerto Rico. Y es que este libro recoge publicaciones hecha por la escritora aquí y en España. Ofrece distintas miradas para distintos públicos en distintos espacios. Son ensayos que fueron escritos para publicaciones locales e internacionales, para leérsele a estudiantes y académicos, a quienes viven en distintas vulnerabilidades y a quienes ostenta el poder e ignorar los sufrimientos que nos arropan.

Ana Teresa Toro escribe como cuando se camina debajo y alrededor de un flamboyán florecido, observando minuciosamente los todos de sus floren en torno a la luz del sol y de la sombra, las grietas y textura de sus troncos. Ese flamboyán parece ser Puerto Rico. La autora esboza que “en la calle no hay crisis de imaginación” (21), aunque nuestro sistema parece restringírnosla (53). En par de instancias paré la lectura para escribir pensamientos e ideas propias, para contrarrestar o cuestionar algunas que la autora compartía. Y es que leer no es un acto pasivo. La Torre de Babel fue uno de los ensayos con el que más interactué. Todos los flamboyanes son bellos, pero algunos nos llaman más que otros. Esta colección de ensayos es diversa como los servicios ecosistémicos que ofrece un flamboyán: sombra, aire, estabilidad, semilla, refugio, belleza. Basta leerla para sentirse frente a uno florecido de amarillo.
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