La finca es más que un lugar donde se cosechan alimentos: Celebramos con finca Atabey su nuevo mural

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Fue parte de la fiambrera del 21 de mayo de 2023.


Introducción al son de La Lupe

El sur puede ser bien caluroso. Tiene fama de eso. La Lupe tiene una canción donde “(…) recorre a esa isla borincana” porque no puede volver a “su tierrita cubana”. Y en una canta: “¡primero quiero llegar a Ponce, tierra caliente”! Sí, tierra caliente, pero también fresca y de brisa bailadora. El Caribe sopla distinto al Atlántico. Y en la costa de Santa Isabel, aun bajo lo caliente, la brisa abraza. Esa que te choca en los ojos con cariño. Ayer la sentí en finca Atabey, una de tantos predios que al sumarse casi cubren la mitad del pueblo del famoso don Taso [1].

Betzaida Ortiz y Josefina Arce, socias agricultoras, quienes, junto a los cuatro obreros de la finca, reconocen que sí, la brisa es chévere y abraza, pero el caliente abrasa, con “s”. La cercanía que han logrado con la tierra que llevan regenerando y transformando hace 15 años en pro de nuestra seguridad y soberanía alimentarias, las han hecho más conscientes de los impactos de la crisis climática, pero sobre todo de cómo la agricultura puede ser foco de oportunidades para atender esos retos que enfrentamos como archipiélago. Ayer llevaron a cabo una actividad para hablar sobre ese y otros temas, además de compartir la culminación de un mural que refleja su compromiso con una agricultura sustentable que alimente y sirva de ejemplo de lo posible.

vista satelital de Santa Isabel (Google Maps)

Abrir portones para el aprendizaje

Yo había conocido a Betzaida hace un año y pico cuando mi amiga y extensionista Sofía Macchiavelli me llevó consigo a finca Atabey para ayudar a injertar aguacates. Ayer conocí a Josefina cuando llegamos casi a las 9am a la finca. Me encontré con Sofía en el parking del mall de Santa Isabel un poco antes. Tan pronto me monté en su carro, le dije que fue un error dejarlo debajo del palo, pero la sombra en estos días vale más que los changos puedan dejar caer. Para llegar a Atabey hay que cruzar algunas otras fincas. Muchos terrenos en Santa Isabel están pegaditos y la gran parte de ellos le pertenecen a la Autoridad de Tierras, lo cual fue lo que permitió que la administración de Luis Fortuño sembrara molinos—convendría buscar si producen la energía prevista, aunque presumo que están allí más que eso para, entre cosas, decorar y servir de ejemplo de obras superficiales en una isla que se baña con petróleo—.

En Atabey no se sembraron molinos. Sus 75 cuerdas privadas están arropadas mayormente de aguacates Butler, Simmons y Fucsia. También tienen higos, pitahayas, calabaza, melones y otros cultivos que van rotando para permitirle al suelo descansar. Josefina nos comentaba sobre microrganismos y raíces, protección y regeneración de suelo. Enfatizaba sobre la importancia de reconocer que el suelo está vivo. “Queremos llegar a Marte y no conocemos lo que está debajo de nuestros pies”, comentó alguien allí. Hacer agricultura implica también cultivar y cosechar suelo. Eso, al igual que muchos de los cultivos de la finca, están plasmados en el mural que, cuando llegamos, estaba libre pa’ sacarle fotos. Pues, la gente ya estaba debajo de un ranchón alto que permitía que la brisa se colara. (Y que el Artista me perdone por no haber anotado su nombre).

Betzaida nos recibió con un abrazo y Josefina me dio otro cuando Sofía me presentó. Allí me sorprendió ver dos profesores de UPR Ponce que me dieron clase hace pal de años. Ellos, entre otras personas, conocían a las agriculturas de Atabey porque estudiaron juntos o se conocieron, mientras ambas estaban en la academia. Se pudiera pensar que dejaron la teoría, los laboratorios de química, por la práctica, pero no, la cargan consigo.

El mural que “develaron” de manera metafórica, porque aja, tremenda sábana la que se necesitaría, decía Betzaida, representa el camino que ellas han decido tomar en Atabey. Una diversidad de personas en el sector agrícola, más allá de producir alimento, buscan producir conocimiento, experiencias, además de desarrollar y fortificar redes de apoyo y de colaboraciones [2]. Allí había otras agriculturas que, similar a Betzaida y Josefina, han abierto los portones de sus fincas para que estudiantes, personas no agricultoras y aquellas que lo son, investigadores, chefs y otras, entren y conozcan lo que se hace en sus fincas y continúen aportando a su transformación. Y de igual manera, eso les ha permitido a ambas continuar cultivando y cosechando su amor por la cátedra, pero de manera distinta. Como bien dijo Josefina, hay que buscar facilitar espacios para el aprendizaje y alejarnos de esa manera unidireccional de compartir conocimiento.

Solo resta abrir surcos

Mientras íbamos caminando por la finca, Betzaida nos enseñaba algunas de las prácticas y estrategias que han implementado, como oasis para polinizadores, hoteles para abejas, plantas cobertoras, entre otras que, incluso, han sido apoyadas por agencias como el Servicio de Conservación de Recursos Naturales (USDA NRCS). No todos los agricultores tienen los recursos o capacidades administrativas ni de tiempos para manejar burocracia, papeleos en inglés o hacer inversiones. Más en la zona sur hay problemas serios con el agua (mucha proviene de un acuífero que puede padecer de intrusión salina), sequías y temperaturas fuertes. En Atabey reconocen eso y uno de sus objetivos es que surjan oportunidades para fortificar esas capacidades a través de las distintas actividades que planifican hacer. Un gran objetivo que tienen y están trabajando es lograr un mecanismo para que cada finca conozca cuánta agua necesitan, para así poder manejar y conservar adecuadamente al recurso.

Betzaida de pronto nos paró en un área para enseñarnos unas casas a los lejos que eran utilizadas para personas esclavizadas, historia terrible de la que Santa Isabel tienen mucho que contar. La caminata involucró los cinco sentidos; mucha conversación e intercambio de saberes también. La agricultora que a veces es guía nos contó que para la próxima nos llevaría al acueducto español e infraestructura del antiguo tren que tienen allí cerca en la finca.

Lo que vi allí lo he visto en otros lugares: la finca ya no es solo finca. (Y nunca lo ha sido. Ahora hay mayor reconocimiento de eso). Incluso, el agroturismo (cosa que en otro momento desmenuzaremos), va incrementando en Puerto Rico. El año pasado la Compañía de Turismo reportó varios proyectos que se acogieron a su programa. Esta y otras actividades de diversificación son algunos que agricultores están materializando para poder navegar las dificultades que implican producir alimentos en Puerto Rico [2]. ¿Pero cómo se ve un futuro positivo para ese sector?

Pueden haber distintas repuestas a esa pregunta, pero si algo me llevo de esa actividad, es que Betzaida y Josefina, al igual que los muchos que cultivan y cosechan la tierra, tienen ideas claras de cómo contestarla. Atabey es una de muchas fincas donde se “mete mano” para ejemplificar lo posible. Son muchos los retos, pero quienes componen a Atabey tienen los picos y las asadas ready para continuar abriendo surcos en unas islas donde la producción de alimentos continúa siendo desplazada, inclusive por instituciones llamadas a salvaguardarla. Josefina, al comeinzo de la actividad, dijo que quieren lograr una comunidad de aprendizaje. El mural que se culminó ayer por un artista sureño, reifica ese sentimiento. Yo pienso que ya lograron esa comunidad.

***

Cuando Sofía me devolvió al parking vi lo que predije. Pero aja, no me sentí tan abrasado cuando me monté. «Tierra caliente». No es chiste.


Este es uno de los tantos cuchicheos, tertulias, sobremesa y charlas de La Fiambrera: Ensayos y crónicas sobre lo hablado y escuchado, mientras se come o se explora. Se publican usualmente a final de mes. Suscríbete para que recibas una fiambrerita semanal.


1. Me refiero a Taso Zayas, el obrero de Worker in the Cane, A Puerto Rican Life History de Sidney W. Mintz.

2. Estoy colaborando con Aura Alonso Rodríguez en un proyecto que indaga sobre eso y otros aspectos relacionados a distintas dimensiones de la agricultura para entender mejor las dinámicas que inciden en la capacidad de las fincas para responder y recuperarse de distintos impactos. Tan pronto ella publique los resultados, los compartiré. En la primera fase de ese proyecto entrevistamos 20 personas sobre esas distintas dimensiones.

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