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Fue parte de la fiambrera del 15 de amyo de 2023.
1. Intento de escribir una columna
Esta semana decidí que quería escuchar y conocer más—dedicarle tiempo—a dos madres que tengo cercanas, dos madres a quiénes amo. Quería hacer una columna basada en una conversación con mami y mi hermana sobre la relación que tienen con la comida y con cocinar. Claro, una conversación sobre eso con dos mujeres, en la semana del Día de las Madres, puede tener matices machistas. No olvidemos que nuestra sociedad le impone a las mujeres trabajos no remunerados relacionados a roles sociales que tienen origen en lo patriarcal, siendo cocinar uno de ellos. Me cuestioné si mi interés en hablar de eso con ellas venía de ahí, pero no. Mi intención más bien es hablar con ellas de algo que hablo constantemente con mis amistades, con los agricultores con los que trabajo, con académicos, cocineros y otras personas involucradas en quehaceres agroalimentarios.
Si algo nos une a todas las personas (y hasta con las demás especies), es nuestra necesidad de alimentarnos, el acto de comer; que también nos une con la naturaleza que somos y que usualmente separamos de nosotros. Cocinar, alimentar o nutrir a otro son también acciones principales de quiénes gestan, paren, cuidan, de quiénes aman. Entonces, para mí, el tema de la comida es uno que encuentro chévere para acercarme más a estas dos madres. Mi intención era escucharlas y hablar con ellas sobre un tema con el que trabajo todos los días, pero que no escucho ni converso mucho de él con ellas. Pero no se dio.
Se me olvida lo mucho que mami extraña a su mamá, quién partió hace poco. No hubiese sido prudente preguntar sobre cuestiones que enlazaran maternidad, comida y amor a alguien que extraña a una madre que le cocinaba y le daba amor. Tampoco son cosas para estar compartiendo públicamente.
Tuve una conversación con mami sobre el tema. Hubo lágrimas y abrazos—cosa que yo no esperaba. Hablamos de lo que pensamos cuando escuchamos maternidad y comida, sobre porqué cocinamos platos complicados o que nos hacen sudar en estos días calurosos, sobre porqué empleamos energía en reunir gente, familiares, para comer juntos, cosa que no es tarea fácil a veces. Tocamos temas acerca de roles sociales y otras normas que ella ha sentido que le han impuesto y otras que yo noto, pero que ella no había tenido en cuenta. (Se nos olvida que tenemos un don para normalizar creencias y acciones que pueden causarnos daño. ¿Quién no hace eso? Separar un espacio para reflexionar y cuestionarlos nos puede servir de antídoto). No obtuve la columna que pensé que tendría esta semana, pero sí logré acercarme más a mami sobre un tema especial para mí. Me falta conversar con mi hermana. Se fue a celebrar y ya era tarde para una entrevista.
2. Notas, pensamientos; un epígrafe, casi
Otra cosa que yo quería era que las preguntas que le hiciese a mami y a mi hermana pudieran servir de ejemplo o pie forzado para que quiénes leyeran la columna catalizaran una conversación con madres que tienen cerca. Pero eso obvia muchas realidades. Hablar con nuestras madres, con quiénes nos cuidaron y criaron, puede ser difícil en algunas ocasiones.
En su poemario No lugar, Cindy Jiménez Vera escribe que “(…) El cuerpo de la madre es nuestro país de origen. Nacer es un primer exilio. Caminar por la tierra una eterna diáspora”. Y no siempre en esa diáspora hay una madre (por distintas razones). También escribió Jiménez Vera: “(…) Felicito a lxs hijxs sin madre / por haberse parido camino en este mundo”.
“Madre solo hay una”, dicen. “Madres hay varias”, digo. En este país son cientos las abuelas y abuelos, amistades y gente que no parió, quiénes gestan, cuidan y más que todo: aman. bell hooks bien lo dijo, el amor es “la voluntad de extenderse uno mismo con el propósito de nutrir el crecimiento espiritual propio o de otro. El amor es como el amor hace. El amor es un acto de voluntad, es decir, tanto una intención como una acción”. Todas las personas tenemos la capacidad de decidir amar y todo el mundo tiene el derecho de ser amado.
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La columna de esta semana no es lo que pensé que sería. No terminó reflejando una entrevista con una pregunta en bold y el texto que representa la respuesta en itálico. Si algo me llevo de este proceso, de este intento, es reafirmar que el amor es una decisión. Y que la maternidad también debe serlo. Yo creo, siento y pienso que mami me ama, que ha decidido hacerlo. Claro, han habido sufrimientos, altas y bajas, desamores e improperios, pero esta columna no es para eso. (“Ay madre, hasta el plátano se cansa de ser marchitado”, escribió Melania Luisa Marte). Uno llega a un punto en el que decide que ella hizo lo mejor que pudo. Se decide perdonar, seguir hacia adelante, apretar reset.
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Feliz Día de las Madres

Esta columna es parte de La Fiambrera, un proyecto que enlaza mis amores por la investigación en sistemas agroalimentarios, la comida y cocina, al igual que la narrativa. Recibe una fiambrerita todos los domingos. Suscríbete aquí.
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