Basta con leer diecisiete cuentos para llegar Al otro lado; un libro habitado por varios personajes que, desde una soledad extraña, exploran temas y significados relacionados a buscarse, encontrarse y entenderse. Pero, más que todo, relacionados a aceptarse. Quiénes protagonizan estos cuentos, navegan la ciencia ficción, la fantasía y lo cotidiano, lo mágico y lo estúpido, para lograr llegar al otro lado. Es, en fin, un libro que confío logre abrirle puertas a quién lo lea, para que llegue a allí también.
Me tomó mucho tiempo llegar Al otro lado. (Se pudiera decir que el tiempo adecuado). Después de varios años de propuestas, de enviar cuentos a certámenes, manuscritos para aquí y para allá, tirijalas sobre acuerdos y contratos, decidí publicarme. Sobre este libro, Jennifer Meletiche Gastón dice que “[al] otro lado está la casa que somos”. Soy mi propia casa editora, supongo.
No soy el primero ni el último que se autopublica. Hay un poco de vergüenza, claro. Una parte de mí dice que algo del libro carece de legitimidad porque no tiene un sello editorial. Pudiera ser… Es complicado cuando no se tiene un andamiaje (yo no sé de diagramación y otros asuntos; pasó un revolú y los ejemplares de esta primera tirada tienen páginas que se crearon sin querer cuando se hizo el pdf y no se ve cómo tenía pensado, más me comí un qué cuando estábamos haciendo la contraportada). Pero, en fin, estoy contento y orgulloso del resultado. A veces llegar al otro lado es eso: aceptar. En cuanto a ese tema de legitimidad, ningún cuento que lo compone ha ganado algún premio. Una persona publicada hace tiempo me dijo que antes de autopublicarme, buscara ganar un premio, pues eso le daba algo de legitimidad. ¿Eso es un requerimiento para publicar un libro? ─Cuidado con ir a conocer gente que se admira. Algunos de los personajes de este libro saben sobre eso y tienen bastante cuidado. No todo lo que brilla es oro y esto es un libro de cuentos y punto.
Al otro lado está dividido en tres partes. Es un tríptico para mis amistades. Y fue una de mis amistades, Linnette Gutiérrez, quien diseñó la portada. Es una sala compuesta por diecisiete elementos. ¿Qué hay detrás de la puerta? ¿Qué se necesita para poder leer y entender los petroglifos en el espejo? ¿Cómo se siente arrepentirse de lo que era su oficio? Para mí, Linnette conjuró un buen espacio para que te veas leyendo allí, en ese sofá, frente a la puerta roja, detrás del fuego y sin poder verte en el espejo. (También es un buen espacio para tener cuidado).
“Al otro lado está la casa que somos. Una que se llena de imágenes a partir de una narrativa que puede ser un mar donde nos sumergimos para indagar sobre lo que queremos ser.” -dice Jenniffer, quien amo. Y han sido ella y mis amistades las que me proveyeron la legitimidad para darle forma material a este libro. Mientras escribo esto, pienso si los personajes de estos cuentos carecen de la amistad. ¿Será eso parte de lo que buscan? ¿Y qué busco yo? Me siento tentado de tirarme de pecho aquí y (psico)analizar mi propio libro, de racionalizar cada cosa… Pero la realidad es que, como autor, no me toca a mí andar aleccionando –eso ya lo hice en aquel otro libro. Tampoco tú tienes que analizar: basta con disfrutar. Quién lee un libro también se vuelve parte del proceso creativo: interpreta, cuestiona, observa, imagina, continúa la narrativa; hay una recreación del libro. Y si haces eso, pues, llegaste al otro lado.
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